Cuando decidí formarme en esta metodología, no buscaba simplemente incorporar una técnica más. Buscaba un cambio más profundo: entender cómo aprenden realmente las personas y cómo, desde mi rol como formadora y consultora, podía ayudar a que ese aprendizaje dejara huella.
Durante años he diseñado y facilitado experiencias formativas para equipos y organizaciones, combinando herramientas como LEGO® Serious Play®, Management 3.0 o metodologías ágiles. Pero había algo que seguía rondándome: ¿cuánto de lo que enseñamos realmente se queda? ¿Y cuánto se transforma en comportamiento, en decisiones, en acción?
Aprender no es escuchar: es construir
Una de las primeras cosas que he comprendido en TBR es que el cerebro aprende mejor cuando participa, no cuando observa.
Puede parecer obvio, pero en la práctica no siempre lo aplicamos. A menudo seguimos diseñando formaciones desde la lógica del “yo explico, tú escuchas”, olvidando que el aprendizaje es un proceso activo, no pasivo.
En Training from the Back of the Room, cada principio y cada dinámica te empujan a soltar el control y confiar en la inteligencia colectiva del grupo.
El formador deja de ser el centro y se convierte en un facilitador del proceso, alguien que crea las condiciones para que las personas descubran, conecten, experimenten y se apropien del conocimiento.
“El cerebro que hace, aprende. El cerebro que solo escucha, olvida.”
— Sharon Bowman, creadora de Training from the Back of the Room
Esta frase resume el corazón de la metodología: la idea de que no enseñamos cuando hablamos, sino cuando ayudamos a que otros piensen, relacionen y experimenten.
Lo que más me ha marcado de TBR
Hay cuatro pilares —las “seis palancas del aprendizaje” o Six Trumps— que han transformado mi forma de diseñar y facilitar:
- Movimiento gana a quietud. Cuando las personas se mueven, el cerebro se activa. El cuerpo y la mente aprenden juntos.
- Conversación gana a escucha. Lo que se discute, se recuerda. Lo que se explica, se olvida.
- Imágenes ganan a palabras. El pensamiento visual crea anclajes emocionales que facilitan la memoria y la comprensión.
- Escribir gana a leer. Tomar notas, dibujar, crear… convierte la información en conocimiento propio.
- Corto gana a largo. Fragmentar, variar, sorprender. La atención necesita ritmo.
- Diferente gana a igual. Cada persona aprende de forma distinta; la diversidad en las dinámicas potencia el aprendizaje
Integrar estas ideas me ha hecho repensar muchas cosas: mis presentaciones, mis dinámicas, mis silencios.
He comprendido que no se trata de enseñar más, sino de diseñar mejor.
De la teoría a la práctica
He vuelto de la formación con una libreta llena de ideas y un propósito claro: revisar mis propios talleres con una mirada TBR.
Hoy puedo decir que mis sesiones son más vivas, más participativas y —sobre todo— más memorables.
Por ejemplo, en mis formaciones sobre liderazgo inclusivo o gestión del cambio, he incorporado momentos de microinteracción constante: pausas para conectar ideas, mini-retos en grupo, visualizaciones rápidas o tarjetas de reflexión personal.
No es solo un cambio de formato, es un cambio de energía.
Las personas sienten que el aprendizaje les pertenece, que lo están construyendo ellas mismas.
Y eso marca una diferencia enorme en el resultado: más implicación, más conexión y una transferencia mucho más real al entorno laboral.
Aprender sobre cómo aprenden los demás
Otra de las lecciones que me ha dejado TBR fue la importancia de entender el cerebro como aliado, no como un obstáculo.
Muchas resistencias al cambio o a nuevas ideas en las organizaciones no son falta de voluntad, sino respuestas naturales del cerebro ante lo desconocido.
Saber cómo funcionan la atención, la memoria y la emoción me ayuda a diseñar experiencias más humanas, menos forzadas y más sostenibles.
Por eso, cada vez que preparo una formación, me pregunto:
- ¿Qué necesita el cerebro para sentirse seguro aquí?
- ¿Cómo puedo despertar curiosidad sin generar ansiedad?
- ¿De qué forma puedo facilitar la retención sin saturar?
TBR no solo te enseña a usar dinámicas distintas; te enseña a pensar distinto sobre el aprendizaje.
Enseñar desde la humildad
Quizá la enseñanza más valiosa ha sido también la más sencilla: enseñar es un acto de humildad.
Cuando te sitúas “desde el fondo de la sala”, entiendes que el protagonismo no te pertenece.
Tu papel es otro: crear las condiciones para que el grupo se transforme.
Durante la formación, hubo un momento que me marcó. La instructora dijo:
“El verdadero poder del formador no está en tener todas las respuestas, sino en saber hacer las preguntas que provocan descubrimiento.”
Esa frase se me quedó grabada.
Porque conecta profundamente con mi forma de entender la consultoría y la formación: no se trata de impresionar, sino de facilitar que las personas piensen, sientan y actúen de manera diferente.
El impacto más allá del aula
Desde que he terminado TBR, mi forma de acompañar a los equipos ha cambiado.
Ahora, cada dinámica que diseño —ya sea con LEGO® Serious Play®, con role plays o con ejercicios de reflexión— pasa por un filtro:
¿Está pensada desde el cerebro del participante o desde el mío?
Esta pregunta sencilla cambia todo.
Te obliga a poner el foco en el impacto real del aprendizaje, no en la cantidad de contenido.
Y a entender que, a veces, el cambio ocurre en los momentos más pequeños: una conversación entre dos personas, una historia compartida, una pausa con sentido.
Aprender para seguir enseñando mejor
Formarme en TBR ha sido también una declaración de principios.
Creo profundamente en la importancia de que quienes enseñamos sigamos aprendiendo.
Porque el aprendizaje no es una etapa: es una actitud.
Invertir tiempo en formarme no es solo una cuestión de mejora profesional; es una forma de coherencia.
Si acompaño a otros en su transformación, necesito seguir transformándome yo también.
Cada formación que realizo, cada cliente con el que trabajo, cada dinámica que diseño, lleva implícito ese compromiso con el aprendizaje continuo.
Y TBR me ha recordado que el cambio no se enseña: se encarna.
Mirando hacia adelante
Hoy miro mis programas con otra mirada.
Más atenta al ritmo, a la energía del grupo, al espacio para la reflexión.
Más conectada con lo que realmente facilita que una persona aprenda: la emoción, la participación, la relación entre iguales.
Y, sobre todo, más consciente de que el verdadero aprendizaje ocurre cuando el formador da un paso atrás y permite que las personas tomen el protagonismo.
Quizá por eso Training from the Back of the Room no es solo una metodología. Es una forma de estar en el aula, de entender la enseñanza como un acto de servicio, de respeto y de confianza en la capacidad humana de aprender.
Reflexión final
“No lideramos el cambio desde lo que sabemos, sino desde cómo aprendemos.”
Esa frase resume lo que TBR ha significado para mí.
Como formadora, me ha recordado que mi papel no es transferir conocimiento, sino facilitar transformación.
Como consultora, me ha reafirmado en la idea de que toda cultura organizativa se construye desde la manera en que aprendemos juntos.
Sigo aprendiendo, experimentando y cuestionando mis propias prácticas.
Porque liderar desde el aprendizaje es, al final, liderar desde la humanidad.
Cómo puedo ayudarte?
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Diseño experiencias que ayudan a las personas a aprender, conectar y transformar su manera de pensar, decidir y liderar.